Porqué no creo en el tren

Yo creo que el tren no es un medio de transporte más eficiente que los vehículos tradicionales (buses, camiones). Me explico: al menos en Chile, que para que sirvan de algo se necesitaría un tremendo gasto en infraestructuras, y aún así tiene sus costos que el camión no tiene. Por ejemplo, con los camiones se traspasa carga (cargar o descargar) dos veces, una vez en el origen y otra en el destino, mientras que con los trenes son al menos cuatro traspasos (del origen a un camión, del camión al tren, del tren a otro camión, y del segundo camión al destino). No existe «tren a la casa/depósito», excepto en casos muy puntuales como las industrias acerera y cuprífera donde se justifica.

De hecho, hay muchos tramos de tren funcionando y casi ninguno se usa más de una vez al día (ni siquiera hay servicios de pasajeros funcionando en ningún lugar excepto Santiago-Chillán, Victoria-Temuco, Valparaíso-Limache y Talca-Conce), lo que da una indicación de lo poco útil que es. Si fuera a ser algo tan útil y beneficioso, hace rato que se habrían presentado muchos inversores para poner trenes y mejorar líneas, pero eso tampoco ha pasado. Peor aún, a pesar de que a EFE se le hizo una tremenda inyección de capital, no fueron capaces de hacer funcionar el negocio, es decir, a pesar de que les regalaron trenes y líneas.

Yo no creo en el tren, la verdad. Creo que es una tecnología algo obsoleta, poco flexible, y que en lugares como Europa o los EEUU sólo se utiliza porque ya tenían muchísima infraestructura hecha -construída en la época donde la alternativa al tren eran las carretas-, y no necesitan partir de cero como acá, además de que ellos tienen mucha más demanda por transporte industrial que aquí.

Y acá es donde introduzco mi crítica al principio de subsidiariedad: ese principio se usa para justificar el gastadero que se hizo con EFE, y que se hace con tantas otras ridiculeces (los elefantes blancos de Lagos, por ejemplo, con carreteras y puentes que no iban a ningún lugar, o el infame puente de Chacao). Y es que está bien usado, porque es un caso donde «el sector privado no quiere o no puede financiar un servicio de utilidad pública». Lo que no menciona ese (mal) principio es que el costo no debe ser mayor que esa utilidad «pública». Sólo por medio del mercado libre se puede saber lo que vale o no la pena financiarse, ahí es donde la sociedad muestra sus preferencias y lo que le es o no útil. Y por lo que se puede ver, la sociedad no desea un puente de Chacao, ni un «tren al sur», al menos no lo suficiente como para que valga la pena el gasto.

Por eso es que no creo en el tren (o para el caso, en puentes a ningún lugar, o cualquier cosa por el estilo). Y es que todo este atado del tren y similares viene de la idea, falsa y poco acertada, de que lo que no haga la sociedad por sí misma, lo debe hacer el Estado, para beneficio de la sociedad, cuando en realidad es para perjuicio de ella.